En el nivel
individual:
La discriminación
afecta profundamente a las personas. Ella conduce a la perdida de autoestima, a sentimientos de culpa
y vergüenza. A menudo las personas con SIDA se apartan por sí mismas de la
asistencia que necesitan debido al temor a reacciones negativas de los otros.
El aislamiento aumenta el sentimiento de "ser el único con SIDA". Ansiedad, depresión y suicidio pueden ser los resultados.
Las personas
afectadas por el SIDA necesitan ser aceptadas por la Iglesia y conducidas,
junto con todas sus emociones,
al descubrimiento de su dignidad como
creadas a la imagen de Dios.
La Iglesia debería
sostener y cuidar a aquellas que se están ocupando de las personas con SIDA,
para brindarles fuerzas y coraje para continuar su ministerio.
En el nivel
comunitario:
La discriminación de
ciertos grupos lo obliga a esconderse. La comunicación,
el contacto y la existencia llegan a ser difíciles y la transmisión del VIH se
facilita. La discriminación de las personas infectadas por el VIH es un
obstáculo serio en la lucha para combatir la transmisión de la enfermedad. La
Iglesia tiene la especial responsabilidad de reconocer estos grupos discriminados y sus
necesidades.
La Iglesia debe poner de manifiesto las acciones discriminatorias y
desafiar a sus miembros, a la comunidad y al gobierno de información y que
están altamente expuestos a la pandemia."
En resumen, se ve claramente
cómo la Iglesia reconoce el problema actual de la "tercera epidemia",
lo analiza e inicia planes de acción para erradicar la discriminación, ayudando
a quienes padecen la enfermedad, y condenando a aquellos que están involucrados
en el acto discriminatorio.
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